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En medio de una vasta sabana, donde el sol pintaba el cielo de dorado y los animales se reunían cada atardecer, vivía un elefante llamado Tumbo. Tumbo era un elefante sabio y curioso que amaba escuchar historias.
En medio de una vasta sabana, donde el sol pintaba el cielo de dorado y los animales se reunían cada atardecer, vivía un elefante llamado Tumbo. Tumbo era un elefante sabio y curioso que amaba escuchar historias.
Un día, mientras exploraba la selva, Tumbo encontró un árbol muy especial. Sus hojas eran de color esmeralda brillante y sus ramas estaban llenas de pequeños pergaminos enrollados.
—¡Es el árbol de los cuentos! —susurró un loro que volaba cerca—. Si lees uno de sus pergaminos, conocerás una historia maravillosa.
Curioso, Tumbo tomó un pergamino con su trompa y lo desenrolló. Enseguida, las palabras empezaron a brillar y una voz suave contó un cuento sobre un ratón valiente que salvó a un león.
Emocionado, Tumbo decidió compartir aquel hallazgo con todos los animales de la sabana. Cada atardecer, se reunían bajo el árbol y Tumbo leía un cuento diferente: relatos de tortugas que ganaban carreras, de jirafas que aprendían a bailar y de cocodrilos que querían volar.
Un día, una fuerte tormenta sacudió la sabana y el viento arrastró los pergaminos muy lejos. Los animales se entristecieron, pero Tumbo los tranquilizó:
—No importa que los cuentos se hayan ido. ¡Nosotros los recordamos y podemos contarlos!
Así fue como, gracias a Tumbo, los animales aprendieron que las mejores historias no se escriben solo en pergaminos, sino también en sus corazones.
Desde entonces, cada noche, bajo el árbol de los cuentos, los animales se turnan para contar sus propias aventuras y recuerdos, manteniendo vivo el arte de contar historias.
Y si alguna vez visitas la sabana y escuchas un suave murmullo entre las ramas, tal vez sea Tumbo y sus amigos compartiendo un nuevo cuento para ti.