El osito Nico y el sombrero de los sueños

En un bosque encantado, donde los árboles susurraban historias al viento y las estrellas brillaban con una luz mágica, vivía un pequeño oso llamado Nico.

En un bosque encantado, donde los árboles susurraban historias al viento y las estrellas brillaban con una luz mágica, vivía un pequeño oso llamado Nico. Nico era un osito curioso y soñador. Cada noche, antes de dormir, miraba el cielo y se preguntaba qué habría más allá de las montañas, en los rincones más lejanos del mundo.

Un día, mientras exploraba el bosque con su amigo el búho Tito, encontraron algo especial: un viejo sombrero de terciopelo azul con estrellas doradas bordadas en él.

—¡Mira esto, Tito! —exclamó Nico, emocionado.
—Parece un sombrero mágico… —dijo Tito, ladeando la cabeza.

Nico se lo puso y, en cuanto la tela tocó sus orejitas, sintió un cosquilleo y escuchó una voz suave susurrarle:

—Este es el sombrero de los sueños. Si lo usas antes de dormir, te llevará a lugares mágicos.

El primer sueño de Nico

Esa noche, Nico se acostó con el sombrero puesto. Cerró los ojos y, de repente, sintió que flotaba en el aire. Cuando los abrió, ¡estaba volando sobre un mar de nubes de algodón!

A su lado, un pegaso blanco con crines plateadas le sonrió.
—Bienvenido, Nico. Hoy exploraremos el Reino de las Nubes Esponjosas.

Juntos volaron sobre montañas de algodón y ríos de luz dorada. Nico saltó de nube en nube como si fueran trampolines y rió con alegría.

Cuando el primer rayo de sol apareció en el horizonte, Nico despertó en su cama.
—¡Qué aventura tan increíble! —susurró, abrazando el sombrero.

Cada noche, una nueva aventura

Desde ese día, cada vez que Nico se ponía el sombrero antes de dormir, viajaba a un lugar diferente:

  • En una noche, navegó en un barco pirata con un loro parlanchín.
  • En otra, visitó un bosque de unicornios y aprendió a bailar con ellos.
  • También descubrió un parque de atracciones en la Luna, donde los carruseles flotaban entre las estrellas.

Cada sueño era más maravilloso que el anterior, y cada mañana Nico despertaba con una sonrisa, ansioso por contarle a Tito sus aventuras.

El regalo de los sueños

Una noche, mientras se ponía el sombrero, una estrella fugaz cruzó el cielo y el sombrero susurró:

—Los sueños son regalos. Compártelos con los demás.

Nico lo pensó y tuvo una idea. Al día siguiente, reunió a todos sus amigos del bosque y les contó sus aventuras nocturnas. Los conejitos, el zorro, el erizo y hasta el viejo búho escucharon con los ojos llenos de asombro.

Desde entonces, cada noche, Nico se ponía su sombrero, vivía una nueva aventura y, al día siguiente, la compartía con sus amigos. Aprendió que los sueños no solo son mágicos cuando los vives, sino también cuando los compartes.

Y así, Nico se convirtió en el osito de los sueños.

Fin

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